domingo, 15 de octubre de 2023

DOS TAZAS

 



¡Si es que nunca sabes lo que te vas a encontrar cuando abres una puerta!

Por fin me tocaba parar y descansar un rato. Desconectar de la reunión. Salí a dar un paseo, a estirar las piernas, a respirar un poco después de tres horas de mucha intensidad en un lugar del que no voy a desvelar sus coordenadas. Hacía calor y la jornada estaba resultando agotadora.

Caminando solo, por las instalaciones al aire libre encontré un servicio. Tampoco es que tuviera una necesidad loca, pero, ya que pasaba por ahí, aprovecharía la ocasión de desbeber el poco líquido que me quedaba dentro del cuerpo después de haber sudado de lo lindo.

Entré y me quedé inmediatamente impactado. Paralizado. Algo no encajaba en mis esquemas. Hubiera pensado que ni en los míos ni en los de nadie, pero no era así. Al menos, quien había diseñado estos “Servicios” tenía un concepto diferente al de la gran mayoría de las personas sobre compartir según qué momentos. Y, a tenor de las huellas, sus usuarios tampoco le ponían remilgos al diseño.

Miré a mí alrededor. Aquél no era sitio para plantearse la posibilidad de uno de esos programas de cámara oculta. Nadie se viene tan lejos a hacer algo semejante.

Volví a salir, a comprobar si en la puerta o inmediaciones había algún tipo de cartel que indicase vete tú a saber qué, pero no advertí nada más que lo que ya antes había visto, un rótulo perfectamente colocado: “Servicios”. Me pareció extraordinariamente precisa la concordancia de número con la realidad, porque, en efecto, se trataba de “Servicios”, en plural y no de “Servicio”. Tampoco había referencia alguna, como suele ser habitual, al género. Ciertamente, tanto servían para el masculino como para el femenino y, por qué no, puestos a enredar, tal vez una ¿embarazosa? combinación de ambos.

Volví a entrar: dos tazas, un porta rollos de papel... vacío en uno de los lados, una escobilla, una papelera casi a rebosar... ¡Estaba diseñado para compartir!

Con pudoroso apresuramiento, acometí la fugaz tarea que me había llevado hasta allí, reconociendo que, de haber tenido una necesidad de carácter más intestinal que vesical, no hubiera sido capaz de acometer la tarea ante la incertidumbre de una repentina compañía. Uno tiene su pudor.

Entre tanto, mirando de soslayo hacia la puerta, comencé a aventurar numerosas posibilidades de un encuentro entre diferentes tipologías de personas atendiendo a su expresión evacuatoria: los rápidos, los estreñidos, los que entretienen el momento con una lectura, los silenciosos, los que aprietan acompañándose de breves y agudas exhalaciones guturales fruto de una exigencia abdominal puntual y exagerada …

¡Qué bonito momento para confraternizar!

¡Qué no decir de las posibilidades que proporciona la combinación de elementos gaseosos! Esas difíciles digestiones que originan un incontenible torbellino, imaginad, en un concierto a dos… ¿voces?

Y si resulta sugestiva la propuesta auditiva, ¿Qué decir de la olfativa? Poder jugar a identificar qué ha comido tu espontaneo y efímero compañero de apreturas, a analizar la proporción de la siempre diferente combinación de hidrógeno, anhídrido carbónico, nitrógeno y metano, fruto del ímprobo trabajo de la flora bacteriana tan particular que habita en nuestro intestinos…

Supongo que no es necesario que escriba mucho más. Vuestra imaginación resulta muy capaz de completar, con múltiples alternativas, variadas y coloridas escenas dentro de este sorprendente habitáculo.

Nunca los tres estados de la materia, sólido, líquido y gaseoso pueden encontrarse tan íntimamente unidos como en semejante lugar.

Y llegados a este punto,…Pásame el papel que voy terminando.


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